martes, 17 de mayo de 2011

Ideología del rendimiento 2ª parte


IDEOLOGÍA DEL RENDIMIENTO

            Pensando en la Ideología del Rendimiento, en resaltar el Valor de la Excelencia, vemos que actualmente en la educación y en la vida diaria puede acarrear formas de pensar y de actuar bajo unas ideologías determinadas. Pero parémonos a pensar un poco, ¿Qué ha ocurrido a lo largo de la historia?

            Siguiendo a Punset. E (2007), “los primeros organismos son microbianos (..) se alimentaban de recursos inorgánicos, (…) donde formaban ecosistemas puramente procariótos. (…) No existían depredadores. La mayoría de los organismos eran autosificientes.” Durante este entorno, no cabe considerar ninguna supremacía en la especie, ninguna Ideología del Rendimiento. Pero llegó un momento en el cual “apareció el día en que una célula eucariota se comió a una bacteria cien mil veces menor que ella” Punset. E (2007). A partir de este momento, todo cambia nace la depredación, nace la evolución de la especie.

            Siguiendo a Martín. M, hablando de la Evolución Darwiniana “existe la aparición de variables heredables” y “la eliminación de organismos menos aptos o, lo que es igual, la supervivencia de los mejor adaptados, que dejan más descendencia y, a la larga, alteran la especie y hasta pueden constituir una nueva.” Con todo esto podemos observar que la evolución de la especie está altamente arraigada a la Ideología del Rendimiento, son capaces de procrear los organismos más aptos, más fuertes, más adaptados, siendo estos los que dejen descendencia; y además dejando una herencia genética.
           
            Nos  planteamos una serie de preguntas y respuestas que dejamos al debate…
           
            ¿Por qué la civilización griega fue pionera en su tiempo, y ha sido un modelo de actuación y comportamiento para las épocas posteriores? Atenas demostró inteligencia y Esparta demostró fuerza; cada civilización con la descendencia selectiva, consiguieron el valor de la excelencia.

            Del mismo modo, un león no se va a comer a la gacela más rápida, más fuerte. Un león se comerá a la que corra menos, a la más joven, incluso a la que vaya coja.

            No queremos con estos ejemplos caer en la banalidad, (pues entendemos que el ser humano, al menos en lo idílico no debe conformarse con sobrevivir) sino exponer el funcionamiento del ser humano y su naturaleza desde los inicios de su existencia. Si bien es cierto que se podría responder rápidamente a estas cuestiones, no es menos cierto que los resultados, obtenidos tanto de un modo individual como colectivo, han sido claves para el desarrollo del mundo que hoy conocemos.

            Bajo este concepto, la Ideología del Rendimiento es válida, incluso bajo nuestra opinión necesaria para asegurarnos la supervivencia física e intelectual de la especie.
            El problema viene cuando esta evolución invierte su sentido, y ya no procrea y sobrevive el más fuerte, sino todo lo contrario, como dice Duró, “venimos de los peor... de aquellos que en la guerra se escondían... porque aquellos que decían “huid, que yo os protejo”, esté murió y no perpetuó la especie”.


            El mundo en el que vivimos actualmente se encuentra cada vez más encaminado a la perfección, a lo máximo y a la superación de los límites humanos. Encaminado a este artículo hablamos de una ideología del rendimiento. Tal y como se muestra que de millones de espermatozoides tan solo sobrevive y llega al objetivo uno de ellos, el más fuerte, en el presente se le está dando más importancia a conseguir lo máximo “físico” de entre miles de personas que a conseguir lo máximo de entre miles de nuestras propias neuronas. Se atiende a la estética y al máximo perfeccionamiento de nuestro cuerpo y refiriéndonos a la Educación Física se está dejando en un segundo plano la formación personal que ésta conlleva. Con ello la ideología del rendimiento aplicada a la Educación está llevando a la sociedad a una involución crítica que deja apartados los aspectos cognitivos, sociales y psicológicos que intrínsecamente forman parte de ella. Una sociedad cada vez más “tonta” que al igual que aquellos que sobrevivían por cobardía y debilidad y difuminaban esa selección natural por fortaleza promovida en etapas anteriores, está naciendo y proclamándose como “la mejor” para el mundo y para la actualidad.
            Consta decir que la ideología de rendimiento evacuada a la especificidad del rendimiento no se trasladará a una sociedad “peor” o a una involución; pero si ésta enraíza a destacar sobre las millones de personas inclusive las personas en formación y edades tempranas (niños) no habrá duda de que el comienzo de la involución ya ha empezado.
            En conclusión, existe en la actualidad un abuso de la ideología del rendimiento en los colegios y en la vida, que a pesar de que en ciertas épocas de la evolución fuera positiva, incluso necesaria, ahora mismo creemos es negativa para la sociedad en la que vivimos. Los valores que se transmiten van encaminados a vencer y alcanzar logros a toda costa, y tienden a desdeñar los procesos de aprendizaje, pues el fin suele justificar los medios.

            Esta situación se escuda tras una concepción, casi apocalíptica, de la supuesta realidad que los niños se encontrarán cuando salgan de la escuela, donde un Darwinismo elevado a la máxima potencia les juzgará bajo la ley de la selva.

            Lo primero que debemos tener claro es que los niños son el futuro, sí. Pero son niños. Queremos un entorno educativo en el que no haya miedo a preguntar y en el que el aprendizaje activo tome un papel principal. Donde se aprenda de los errores y no haya miedo a “perder el tiempo”. Pues el tiempo no se pierde, se utiliza con una tendencia positiva o negativa hacia el esfuerzo y el pensamiento crítico, al margen de cuántos errores o aciertos tengamos en nuestro haber.

            Es cierto que hoy la gente quiere soluciones rápidas y fáciles a los problemas que les surgen,  y con ello no sólo están banalizando sus problemas, sino también sus vidas. Hay situaciones, fenómenos, que necesitan una reflexión, una dedicación, y una capacidad de análisis que sólo se puede hacer si se pone el esfuerzo necesario. Nuestra educación es uno de ellos.

            No obstante ¿Qué será de los resultados si renegamos de ellos por completo? ¿Será positivo para el funcionamiento global?

            Nos encontramos en un contexto educativo en el que está habiendo cambios. Ciertamente, la tendencia actual es la de romper con el pasado, y comenzar a evaluar los procedimientos, competencias, etc. Pero no es menos cierto que no debemos olvidar la importancia del resultado, y en la objetividad del cambio está la clave de su éxito.

            Quizás la clave esté en el término medio, una vez más; una educación donde se le dé importancia al proceso de aprendizaje y se favorezca un pensamiento crítico y un método inductivo que vaya de la mano del esfuerzo, pero que a su vez no se diluya en la colectividad, proporcione una recompensa individual y no merme la búsqueda de la excelencia.

            La competitividad puede ser algo bonito, si se asientan unas bases lógicas y sanas para el ser humano.

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